El cimiento que Dios quiere construir.


El cimiento que Dios quiere construir.
(Autor: Cristóbal Yévenes)




En la parábola de los dos cimientos, (Mateo 7:24-27),  Cristo relata la historia de dos hombres que construían su casa, uno sobre la arena y el otro sobre la roca. Jesús les explica que quien no haga caso a sus palabras será como el hombre necio que construyo sobre la arena, y que cuando vino el viento y la tempestad su casa se derrumbo; pero quien haga coso a sus palabras será como el hombre que edifico sobre la roca, y aunque vinieron vientos y tempestades su casa se mantuvo firme y no callo.
Dejemos reposar un poco esta  historia. La Biblia nos dice que no tenemos lucha contra carne ni sangre si no que nuestra guerra es contra potestades, contra huestes celestiales, (Efesios 6:12), no es contra el hombre o la mujer, es contra Satanás y sus secuaces. Solo hay dos bandos, “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.” (Mateo 12:30), por lo tanto, si no estamos con Cristo, si no hacemos su voluntad, somos del enemigo, le estamos trabajando a él, no hay un punto intermedio, si no estoy con el estoy contra él.
¿Cómo es posible “ser de Cristo” pero a la vez del enemigo? “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.”, (Santiago 4:4) Cristo dijo en una oportunidad “No todo el que me dice: ``Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”, (Mateo 7:21). Cuando Santiago y Cristo se refieren a las “almas adulteras” o a los que dicen “Señor, Señor”, están hablando de esos “cristianos” que están en las iglesias, no les hablan a los que no conocen a Dios, les habla a aquellos que piensan que por hacer cosas, milagros, profecías, sanar enfermos, predicar el evangelio, o cualquier otro tipo de obra  van a ser salvos, (Mateo 7:22-23). Entonces, ¿estas cosas como las profecías, milagros, predicar o echar fuera demonios, no sirven? La respuestas es que si sirven, pero para que eso suceda tienen que cumplirse requisitos, Pablo afirma que los dones son para la edificación de la iglesia, pero que si estos no son acompañados de frutos, los frutos del Espíritu Santo no sirven de nada, (1 Corintios 13:1-4). Los dones no son sinónimo de espiritualidad, como si lo son los frutos. Es aquí donde radica el problema en cuestión. Puede haber muchas personas en una iglesia, pero si en ellas no hay frutos no son de Dios, no están a su lado, por lo tanto, están en el bando contrario. (Mateo 7:15-20)
La Palabra nos da la clave para ser espirituales, para crecer, (2 Pedro 3:18), para encontrar la vida eterna, (Juan 5:29),  para amar a Jesucristo, (Juan 14:23),  para obtener fe, (Romanos 10:17),  para adquirir discernimiento, (Hebreos 5:14), para fortalecernos, (Salmos 119:16), para alejarnos del pecado, (Salmos 119:9),  para poder dar frutos, para construir en la roca: la clave es ella misma, las Escrituras son la única herramienta para poder crecer dentro de los caminos de Dios, son el único medio para conocer a Jesucristo y llegar al cielo, es por medio de ella que podemos construir nuestro hogar sobre la roca y no sobre la arena.
Ahora ya podemos volver a la palabra de un principio, la parábola de los dos cimientos. La roca es la palabra de Dios, es Jesucristo, y construir nuestra casa sobre ella significa que nuestra vida es sustentada por la Palabra de Dios, es nuestra base, nuestro fundamento; pero cuando esto no ocurre, nuestro hogar pasa a la arena, y nos volvemos vulnerables, propensos a caer ante cualquier viento de doctrino, como dice Pablo, (Efesios 4:14). Cuando no estamos firmes en la Palabra, somos vulnerables a ser usados por Satanás, quien anda como león rugiente a quien devorar, (1 Pedro 5:8),  somos cristianos inmaduros, hombres que se dejan llevar más por sus pensamientos y deseos, por lo que  los demás piensan, tienen su vista en el hombre y no en Dios, acostumbran a hablar de los demás, a criticar, no son capaces de someterse a las autoridades, la verdad les incomoda y les causa enojo, permanecen en el pecado, no tienen un compromiso por la obra, tienden a no participar de estudios o de las demás actividades de la iglesia, prefieren los dones antes que los frutos, tienen un rechazo por la disciplina y la reprensión, en definitiva, tal cual como lo dice Cristo, tienen su hogar sobre la arena, y ante la primera tempestad, su casa se derrumba.
¿Qué es la “arena? Tanto la arena como la roca son fundamentos, las bases de toda tu vida, los cimientos de tus actos, de tus palabras, de tus emociones, de tu madurez, de tu compromiso, la base de todo lo que haces, de allí viene tu casa, es de donde vienen tus convicciones. Fundamentarse en la arena es apoyarse en las personas y no Cristo, (Jeremías 17:5); creerle a los chismes, comentarios, críticas y pelambres y no las Escrituras; fiarse de lo que vemos, de lo aparente, de lo que sentimos y creemos y no de la fe en la palabra de Dios. Todo esto es construir nuestro hogar sobre la arena.
¿Cómo construir ese cimiento firme que es la roca? La Biblia nos dice que Cristo es “la roca de nuestra salvación, (Salmos 62:2), por lo tanto el es la clave, el es nuestro cimiento. Pero, ¿Cómo conocerlo?, “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”, (Juan 5:39, énfasis agregado), la Palabra es el único medio para conocer a Cristo, por ende, para construir nuestras vidas sobre la roca. Él no dijo que la oración o el ayuno eran el camino para llegar a él, dijo que eran las escrituras. Con esto no digo que la oración son malas, al contrario, la Palabra nos dice con son armas fundamentales para el crecimiento del cristiano, pero no podemos vivir solo de ellas sin tener el sustento de las Escrituras, y no basta leerlas, como si fueran un diario o una revista, es necesario estudiarlas, “escudriñarlas”, es necesario obedecerlas, porque esa es la voz de Dios, de nuestro pastor, debemos aprender a conocer la voz de nuestro pastor para poder seguirlo, (Juan 10:27).
Este es el cimiento que Dios quiere construir en nuestras vidas. No podemos pretender ir a la batalla sin nuestra arma, la Palabra de Dios. Por muy grande que sea nuestro escudo, la fe, no podremos soportar la pelea, en algún momento cederemos al cansancio, a los ataques del enemigo, pero si tenemos nuestra espada preparada podremos defendernos y vencer a nuestro adversario. No podemos ser guiados por lo que pensamos o sentimos, por lo que escuchamos de los demás, por lo que nos comentan, ni si quiera por lo que vemos, debemos ser guiados por la palabra de Dios, a través de ella debemos discernir cada cosa que pasa en nuestra vida, todo debe ser expuesto a la luz de las Escrituras, por ellas deben ser probadas.
Construye tu casa sobra la Palabra, que sea ella quien te diga la verdad y que no sea el que este a tu lado; que sea ella quien te diga lo que hacer, que no lo hagan las circunstancias; que sea ella la te muestre el camino, que no lo hagan los comentarios de los demás; que sea ella el fundamento de tus palabras y no tus sentimientos; que sea ella tu seguridad y no lo que tus ojos vean; que sea ella tu atención, que no lo sea tu hermano; que sea ella tu arma, que no lo sea tu lengua; que sea tu todo; que sea  la voz que calme tus tempestades, la voz que disipe las dudas, la voz que aleje tu temor, la voz de tu amante pastor: Jesús.

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